Teorías arbóreas, para los que se agurren y para los que no.

18/10/09

COLORES


Este no es un capítulo chupicuadernícola. Pero es otra paranoia que desarrollé hace tiempo en forma de relato corto a mi modo autista... y tal, a ver si os gusta:



Colores. Siempre hay colores. Son tan bonitos...
No sé qué colores son. Ni siquiera sé si son realmente colores. Pero es lo único que hay. Se entremezclan. Se separan. Desaparecen. Aparecen otros nuevos.
La oigo venir. Son su pasos, inconfundiblemente suaves y firmes. Abre la puerta. Oigo como crujen las bisagras. Nunca me deja cerrarla del todo, dice que es peligroso. En casa, sólo tienen picaporte dos puertas: la de entrada y la otra puerta. No sé lo que hay detrás, siempre está cerrada con llave. Respiro su olor. Es fuerte, se ha echado su perfume. Me gusta cuando no se lo echa, resalta su personalidad. Aunque ella piensa lo contrario, y lo utiliza cada vez que vamos a salir. Por tanto, hoy saldremos...
Siento sus manos sobre las mías. Normalmente son un poco ásperas, pero hoy son suaves. Huelen a crema.
Los colores van mezclándose poco a poco, hasta que todo se llena de un solo color. No sé cómo se llama, pero es el color de su olor, de sus pasos, de su respiración... es el color de mamá.
-¿Celeste?
Su voz produce ondulaciones. Aparecen distintos tonos del mismo color, y forman caracolas. Recuerdo la primera vez que me enseñó una caracola. Estábamos en el mar. La arena me quemaba la piel, pero era tan fina que era agradable. Olía a sal, y se respiraba humedad. Podía oír el agua a unos pasos de mí, pero mamá dijo que era peligrosa. Recuerdo que me llevó hasta ella, hasta que sentí frío en mis pies, y empecé a reír. Entonces tenía cinco años. Mamá me cogió una mano y la introdujo en el agua, justo cuando una ola se acercaba y nos empapó a las dos. Corrimos de la mano por la playa, hasta que tropecé con algo y caímos al suelo. Ella nunca me suelta la mano cuando estamos fuera. Mamá recogió lo que me había hecho caer y me lo ofreció. “Esto es una caracola” dijo. Era muy suave, con curvas. Reconocí las curvas como las formas que describían los colores de su voz. Desde entonces sé que son caracolas.
Ahora esa caracola está en mi mesa. Me gusta cogerla de vez en cuando y pasear mis dedos por su superficie. Es hermosa. Mamá dice que algo es hermoso cuando te gusta y te hace sentir bien. Tocar la caracola me hace sentir bien, y me gusta.
-Celeste, ¿estás despierta?
Celeste. Ese es mi nombre. Mamá me lo puso porque es el color del cielo, y dice que es el color más bonito del mundo. Yo no sé si es celeste, pero sé que el color más bonito del mundo es el de mamá.
-Sí, estoy despierta -abro los ojos para demostrárselo-. ¿A dónde vamos hoy?
-Es una sorpresa. Venga, a desayunar.
Me gustan las sorpresas. Hacen que un cosquilleo me recorra de arriba a abajo. Luego siento como si algo me apretara la tripa con suavidad. Dice mamá que eso son nervios. A mí me gustan los nervios, y me hacen sentir bien. Es, por tanto, algo hermoso.
Mamá me abraza. Su olor me envuelve, y su color lo llena todo. Siento la necesidad de decírselo.
-Mamá, tu color es el más bonito del mundo.
No le gusta que se lo diga. Se siente incómoda, y me dice que no diga tonterías. Dice que no me invente cosas que no puedo ver...
Eso es lo que más me gustaría del mundo. Lo que más feliz me haría sentir. Seguro que ver es lo más hermoso que existe...
Lástima que eso, a mí, se me ha negado.

PS: El próximo será un capítulo de verdad, en serio.


1 comentario:

  1. Cuando me dejaste leerlo por primera vez me pareció genial, y lo sigo pensando. No dejes de elucubrar ^^

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